Una agresión infame le obligó a huir de su pueblo… y de su vida. Los pocos cientos de pesetas prestados por sus amigos Secundino, Julio y Rosendo, hicieron posible la partida de Vicente “el Negro”.

―¡No nos olvides!― le pidieron con ojos entornados y palabras crispadas. Y no lo hizo.

El azar provocó el cruce de caminos con la Signora. Vendió su alma al diablo y, treinta años después, henchido de poder y dinero, volvió para ajustar cuentas con su pasado. Esta es una historia de venganzas, o de justicia personal, que viene a ser lo mismo. El autor compone un escenario de matrioskas rusas que salen unas de las entrañas de las otras llenando el paisaje de efectos colaterales que atrapan al lector, sin poderlo remediar, entre las páginas de esta inquietante novela.

Las venganzas pendientes, aquel amor de quince años y lo que quedaba de sus amigos, tiró de él hasta Anna, su pueblo. Todos descubrieron que no hay nada más veloz que el pasado… al final siempre te alcanza.

Un recorrido de desamor, horror y frustración por la València de los sesenta, primero, y los noventa, después, le hará volar hasta la “mili”, el Café Bachata, la ruta del Bakalao, la Canal de Navarrés y las partidas de “raspall”… sin olvidar la Onorata Societá calabresa, E.T.A y la siempre omnipresente pregunta: ¿Qué atajos estamos dispuestos a recorrer cuando te arrebatan el presente y te dejan sin futuro?

Esta historia, que parte de la amistad sincera de cuatro jóvenes amigos de Anna, nos advierte que nada es lineal, solo la ignorancia.