Si hubiera que resumir en cuatro palabras lo que piensan los alumnos de entre 12 y 16 años de la inédita situación que vivimos y la cuarentena, serían las siguientes: resignados, concienciados, adaptados, optimistas.
Y, por supuesto, ocupados. Estar ocupado es de primero de pandemia. Es impresionante la cantidad de cosas que están haciendo en su clausura (que estamos haciendo todos, en realidad). Está claro que hasta ahora éramos unos vaguncios que solo perdíamos el tiempo. Los chavales, igual. Ha sido necesario un virus para abrirnos los ojos. Y no solo hacen deberes, que les salen por las orejas. Más de uno va a acabar su confinamiento convertido en un deportista de élite o en un cocinero de prestigio Michelín.
O escritor. Mirad si no:
“Pero a pesar de todo soy optimista y sé que saldremos de esta. Esto me ha hecho pensar que éramos felices y no lo sabíamos…”.
“Y aquí estoy. ¿Día? He perdido la cuenta, llevo demasiados aquí. La verdad es que ya no se me ocurre nada que hacer”.
“Pensando un poco no todo está siendo tan malo. Ahora puedo pasar más rato con mi hermana y conmigo misma. Ahora tengo nuevos hábitos, como escribir; es una cosa que disfruto: plasmar en una hoja tu interior”.
“Aprovecho para decirte también que esta cuarentena ha reforzado mis creencias sobre la política de izquierdas y la religión”.
“El viento que entra suavemente por la ventana abierta de una habitación. Esa sensación es una de mis favoritas de esta cuarentena. Va enfriando el lugar, renovándolo de aire y haciéndolo parecer nuevo…”.
“Mi finca era el mundo. Las escaleras que accedían a los pisos eran los caminos, la terraza comunitaria un bosque y mi piso, junto a mi familia, se convirtió en mi pequeño país”.
Estos son vuestros hijos. Y tienen muchas cosas que decir.
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